Devuélveme, ¡Oh vida!
Al caos del artista.
Quiero volver a ser
en el lienzo.
Pinceladas que arañan
el alma, que erizan la piel.
Estremecerme otra vez,
con el llanto del violín, o
fundirme por siempre
en las notas del piano.
Y qué será de ti,
¡escritor de la vida!
Al final nadie entenderá,
que su existencia,
diferente viste.
Para entonces,
demasiado tarde.
El alma se arrugará,
y a la nada volveremos.

Las cuatro paredes se quedaron en silencio. Allí desnudo frente al piano, miraba por la ventana. Desde ahí vi a los artistas refugiados del frío en los callejones solitarios, las puertas de esos “baretos” donde los poetas calientan el cuerpo y lo funden en el recuerdo de los abrazos perdidos o la diferente gente que cruza esta avenida del caos y corren para no ser alcanzados por la inmensa lluvia que cae sobre los tejados.
Necesito volver al caos del artista, donde las cicatrices del alma encuentran la paz para seguir respirando.
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