miércoles, 4 de enero de 2012

Bienvenido joven gudari...

Siempre tuve miedo a crecer y abandonar todo aquello en lo que creí que me acompañaría de por vida. ¿Dónde quedó mi juguete favorito de pequeño o aquellos panecillos que recogía por el camino? Dónde el sueño de que hacerme mayor era la clave perfecta para entender la vida, y ahora, a mi edad, cada vez la entiendo menos. Ello me lleva a pedirme perdón, a dedicarme todas aquellas palabras que siempre me negué, por creer ser el culpable de problemas que ni yo mismo entendía. Me alegro de haber crecido, pero a la vez tengo un miedo terrible de hacerlo, pues en esa evolución me estoy dando cuenta de que estoy perdiendo demasiadas cosas y que no están compensadas con las que voy obteniendo. Ese siempre ha sido mi talón de Aquiles, el miedo a perder mis recuerdos. Pero eso es lo que sucede. Los pierdes y cuando te das cuenta ya es muy tarde para recuperarlo.


Echo de menos esas manos, en las que de pequeño hundía las yemas para ver lo lento que subían nuevamente, echo en falta su voz diciendo que vaya a comer, o que me acurruque contra su pecho mientras hace ese tintineo con la boca finalizando con un “mi niño”. Quiero volver a pintar sus uñas o poder regalarle ese perfume de coco del último año. Pero ya no hay nada más, se me arrebato mi sueño de verte envejecer, mi sueño de que me vieras con mis estudios acabados, el de decirte que eras un pilar fundamental en mi vida. Ya no podré volver a casa pensando que vas a estar ahí para preguntarme cómo me van las cosas.

Perdóname por no haber sabido complacerte en todo lo que querías, por mis riñas o por no darte las gracias cada día que estuviste ahí conmigo dándome todo ese gran amor. Disculpa por no haber sido mejor, por no haberte dicho más te quiero,  por no cuidarte más. Tras los días esta ausencia duele más y no hay poder capaz de hacer que cierto tipo de cosas no quemen por dentro, no hay consuelo alguno cuando lo único que necesitas es algún encuentro efímero por el silencio doloroso de una casa vacía de ti.

Tras el dolor, le doy la bienvenida al joven gudari que hay dentro de mí, ese al que siempre agradezco que salga cuando ya nada puede ir peor. Mientras tanto solo me queda esperar a reencontrarme contigo y cuidar de lo más valioso que tengo, mis recuerdos y la mujer que me dio la vida.

Gracias a la mujer más cariñosa y especial del mundo. Gracias a la mujer que más me entendió en este mundo. Gracias por haber tenido lo mejor.

jueves, 29 de diciembre de 2011

El lector de la quinta habitación.

Se quedó tan sola en aquel sofá esperando que el dulce sabor de sus besos acabase su efecto. Entre las sábanas dejaba salir la desnudez de sus piernas, y el aire fresco que entraba por la rejilla del ventanal hacia mover lentamente la ropa de cama que colgaba hacia el suelo. Ella miraba al infinito, como antes, como siempre, a cada rincón de la pequeña habitación, buscaba el consuelo de una lágrima, a veces incluso, el recuerdo del calor de un abrazo. Siempre logró emocionar cada parte de mi pensamiento.
Tras el letargo marchar del efecto de los besos, salía con delicadeza del sofá, y seduciendo a la luz del sol con su temprana desnudez, entraba despacio en la bañera. A esa hora de la mañana el vecino del cuarto tocaba música de Chopin, y la veía cerrar los ojos para volar entre las notas de aquella melodía que se escapaba a lo alto, al mismo centro del universo.  Al salir, rápidamente se vestía, recogía sus enseres y corría escaleras abajo para no perder el tren que la llevaba hasta su trabajo.
Al llegar me esperaba con una sonrisa entre los labios, se ponía cómoda y me pedía que leyera para ella. Cerraba los ojos, y yo le leía hasta que se quedaba dormida, le daba un beso en la mejilla y la abrigaba con mi cuerpo hasta el amanecer. 

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Volver al caos del artista.

Devuélveme, ¡Oh vida!
Al caos del artista.

Quiero volver a ser
la carne, sobre el pincel
en el lienzo.
Pinceladas que arañan
el alma, que erizan la piel.

Estremecerme otra vez,
con el llanto del violín, o
fundirme por siempre
en las notas del piano.

Y qué será de ti,
¡escritor de la vida!
Al final nadie entenderá,
que su existencia,
diferente viste.

Para entonces,
demasiado tarde.
El alma se arrugará,
y a la nada volveremos.



Al fin y al cabo ese es el caos del artista. Libros, miles de papeles perdidos que se pierden en las habitaciones del caos. Allí estuve yo una vez. Pude desgarrarme el alma mientras dejaba poesía sobre mi piel, ese poema que dejó en mi espalda con sus manos. Descubrí su pintura y en lienzo quedé inmortalizado. Más tarde temblé y lloré como lo hace un violín.

Las cuatro paredes se quedaron en silencio. Allí desnudo frente al piano, miraba por la ventana. Desde ahí vi a los artistas refugiados del frío en los callejones solitarios, las puertas de esos “baretos” donde los poetas calientan el cuerpo y lo funden en el recuerdo de los abrazos perdidos o la diferente gente que cruza esta avenida del caos y corren para no ser alcanzados por la inmensa lluvia que cae sobre los tejados.

Necesito volver al caos del artista, donde las cicatrices del alma encuentran la paz para seguir respirando.

martes, 15 de noviembre de 2011

Amores de un banco.

Recuerdo cómo se sentó a mi lado. En esa primera impresión deseé que se alejara, pero tras sacar su pequeño cuaderno y aquel libro llena de arrugas quise que se parara el tiempo, que se quedara sentado en mi banco un largo rato sin pronunciar palabra.
Tímidamente intenté descubrir sus ojos. Fue inútil.

 Tras un largo rato pensando qué hacer para llamar su atención, me puse a leer de reojo la historia que leía detenidamente. En ese momento abrió su cuaderno por una hoja en blanco y escribió en letras grandes; SI QUIERES LEER CONMIGO SOLO TIENES QUE PEDIRLO. Me ruboricé y pensé en salir corriendo, pero algo ataba mis piernas.

Abrí los ojos. Todo era un sueño. Otra vez desperté en el soplo de segundos que me separan de su mirada y ya llevo cinco veces soñando con el mismo encuentro. Supongo que aun no estoy preparado para verle, tendré que esperar nuevamente que otros aviones de papel se estrellen en mi ventana, para levantarme del sueño donde por fin un día levantaré la vista, y nuestras miradas harán crujir con una lágrima lo que llevan queriendo hacer por siempre. Mientras tanto lo mejor es seguir soñando, sentarme en ese banco y dejar que los trascursos de luna me traigan lo que tanto anhelo, dormir al calor de una noche de amor.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Rituales de contenido poco conocido.

Recogiste mi libro de civil en tu mano derecha y dijiste -¿ Quieres en realidad seguir con esto? ¡Medítalo!
La duda estaba, y el miedo igualmente se hacía presente en mis manos. Fueron solos dos segundos. Recuerdo que en esta misma habitación, supe lo que quería, y en ese instante tomé mi decisión. Enseguida lo comprendí todo. Mi presente más próximo se rompía en dos y mi futuro colgaba de tus dedos. Nunca más volví a ver algo tan claro.
 A estas alturas son muchas cosas las que han cambiado, pero gracias ti yo supe tomar la decisión correcta.
He vuelvo a aprender cómo poder acariciar el aire, he sido Orfeo y me enamoré de la bella Eurídices, caminé por los bordes de un acantilado y dibujé otra vez colores en el viento.
 A pesar de todo hay quien dice que he cambiado. Pero yo me siento más YO que nunca. He vuelto a dejarme emocionar por el mundo: el olor mar, la estrella polar, el violín o la lágrima sorprendida de no ser motivo de dolor. Vuelvo a ser quien sonríe a los miedos, quien no se da por vencido en ese maravilloso viaje de encontrarse a unos mismo, y todo ello por desviarme del camino y elegir lo que el alma quería desde un principio.

Gracias. GUDUBA.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Los segundos de un reloj eterno.

Yo volví a leer tus cartas y seguí con mis manos el rastro que dejaron las tuyas al escribirlas. Sé, donde paraste, donde suspiraste, incluso que no pudiste plasmar la inmensa mayoría de lo que pensabas escribir. Pero nada de eso importaba, sabía bien lo que sentías por mí.
Las esculturas de piedras se quedaron en el mismo sitio, las calles mojadas donde dejamos nuestras pisadas guardan aun el calor del tacto que en ellas quedaron visibles, y por ser testigos de todo, tendrán que cargar con nuestros recuerdos toda la eternidad.
Quizá ya no hayan más, y luego recordaré aquella frase << Antes de rendirnos, fuimos eternos>>
Pero en cierto modo sé, y tú lo sabes, que siempre seremos eternos, pues todos y cada uno de esos lugares que recorrimos juntos, fueron y serán testigos de lo que una vez sentimos, y por ello tendrán que guardar nuestros más grandes secretos, de la complicidad y de los recuerdos. Porque yo también sentí esa "complementariedad" por aquellos rincones que ya no veré de la misma manera, porque nunca otro paraguas llorón me llenará de tanta ternura, porque nuestras historias siempre tendrán algunos segundos en ese reloj eterno.