martes, 15 de noviembre de 2011

Amores de un banco.

Recuerdo cómo se sentó a mi lado. En esa primera impresión deseé que se alejara, pero tras sacar su pequeño cuaderno y aquel libro llena de arrugas quise que se parara el tiempo, que se quedara sentado en mi banco un largo rato sin pronunciar palabra.
Tímidamente intenté descubrir sus ojos. Fue inútil.

 Tras un largo rato pensando qué hacer para llamar su atención, me puse a leer de reojo la historia que leía detenidamente. En ese momento abrió su cuaderno por una hoja en blanco y escribió en letras grandes; SI QUIERES LEER CONMIGO SOLO TIENES QUE PEDIRLO. Me ruboricé y pensé en salir corriendo, pero algo ataba mis piernas.

Abrí los ojos. Todo era un sueño. Otra vez desperté en el soplo de segundos que me separan de su mirada y ya llevo cinco veces soñando con el mismo encuentro. Supongo que aun no estoy preparado para verle, tendré que esperar nuevamente que otros aviones de papel se estrellen en mi ventana, para levantarme del sueño donde por fin un día levantaré la vista, y nuestras miradas harán crujir con una lágrima lo que llevan queriendo hacer por siempre. Mientras tanto lo mejor es seguir soñando, sentarme en ese banco y dejar que los trascursos de luna me traigan lo que tanto anhelo, dormir al calor de una noche de amor.

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